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Capítulo VII de Habermas, Jürgen Historia y crítica de la opinión pública. La transformación estructural de la vida pública.
24. La opinión pública como ficción del estado de derecho y la disolución socio-psicológica del concepto
"Opinión pública" significa cosas distintas según
se contemple como una instancia crítica en relación a la notoriedad
pública normativamente licitada del ejercicio del poder político y
social, o como una instancia receptiva en relación a la notoriedad
pública, "representativa" o manipulativamente divulgada, de personas e
instituciones, de bienes de consumo y de programas. En la publicidad
concurren ambas formas de notoriedad pública, pero "la" opinión pública
es su común destinatario: ¿qué relevancia tiene tal magnitud?
Los dos aspectos de la notoriedad pública (y de la opinión
pública) no están en una relación de norma y hecho -como si se tratara
del mismo principio, cuya actuación efectiva restara meramente
subordinada a la actuación licitada por la opinión pública (y,
análogamente, la conducta efectiva del público, subordinada a la
conducta que de él se espera)-. Se trataría en ese caso de coordinar una
magnitud ideal de la opinión pública con su configuración real; pero
éste no es evidentemente el caso. Las funciones de la notoriedad
pública, la crítica y la manipulativa, son claramente distinguibles.
Actúan socialmente contrapuestas. Cada una de ellas conlleva una
expectativa de conducta distinta del público: una -por enlazar con la
distinción ya establecida- tiene que ver con la opinión pública; la
otra, con la opinión no pública. No puede decirse sin más que la
conjunción de notoriedad pública y destinatarios de ésta constituye una
norma. Como norma constitucionalmente ìnstitucionalizada que es la
notoriedad pública (cuya base social ha cambiado estructuralmente
respecto de la situación de partida del Estado burgués de derecho),
determina una parte importante de los procedimientos a los que están
fácticamente obligados el ejercicio y la compensación del poder. Eso
"proporciona" a la notoriedad pública algo así como un destinatario que
colma las expectativas de conducta que ella conlleva -no es, por cierto,
este destinatario el público globalmente considerado, sino un sustituto
funcionalmente capaz-. Otra cuestión empíricamente decidible es en qué
ámbitos están en vigor estas funciones de la notoriedad pública, qué
dimensión tiene y en qué condiciones está el público que le corresponde.
Por otra parte, tampoco puede decirse que la conjunción, competidora de
aquélla, de notoriedad pública y de sus destinatarios constituya algo
parecido a un hecho; ella está acompañada de una específica
autocomprensión cuya obligatoriedad normativa puede aparecer hasta
cierto punto en contraposición a los intereses directos del "trabajo en
publicidad". Es significativo que esta autocomprensión proporcione
elementos esenciales precisamente a su adversario publicístico.
El análisis jurídico-estatal y teórico-político de las normas
constitucionales en relación a la realidad constitucional de las
democracias de masas constituidas por el Estado social tiene que atender
a la ficción institucionalizada de la opinión pública, sin poder,
empero, identificar directamente a ésta en el comportamiento del público
de ciudadanos con una magnitud real. La dificultad resultante de ello
ha sido señalada por Landshut. Landshut registra, por una parte, el
hecho de que "en el lugar tradicionalmente destinado a la opinión
pública [aparezca] la vaporosa inclinación sentimental. Ésta es
orientada y dirigida según convenga a través de determinadas
disposiciones y por determinados acontecimientos en uno u otro sentido.
Esa inclinabilidad sentimental se mueve como el resbaladizo cargamento
de un barco balanceante". [1]
Landshut recuerda, por otra parte, que las instituciones
constitucionales de la democracia de masas estatal-social cuentan con
una opinión pública intacta, puesto que ésta sigue siendo la única base
reconocida de la legitimación del dominio político: "El Estado moderno
presupone como principio de su propia verdad la soberanía popular, y
ésta, a su vez, tiene que estar encarnada por la opinión pública. Sin
esa atribución, sin la sustitución de la opinión pública como origen de
toda autoridad de las decisiones obligatorias para todo el mundo, falta a
la democracia moderna la sustancia de su propia verdad". [2] Si no
se puede abandonar el mandato, implícito en las normas
constitucionales, [3] de una publicidad políticamente activa a la
simple facticidad de una publicidad disgregada (o no se puede abandonar,
al menos, sin sostener al mismo tiempo una idea ingenua respecto de la
racionalización del dominio político), [4] entonces se abren
fundamentalmente dos caminos para definir el concepto de opinión
pública.
Uno de ellos retrotrae a posiciones liberales; el liberalismo
quiso salvar la comunicación -en el ambiente de una publicidad
desintegrada- de un círculo interno de representantes capaces de
publicidad y formadores de opinión; el liberalismo quiso salvar un
público raciocinante en el ambiente del público meramente aclamativo.
"Se comprende que sea mucho más difícil formar una opinión pública a
partir del desierto de sentimientos, difusas opiniones y popularizados
puntos de vista difundidos por las medios de comunicación de masas, que a
partir de la polémica racional entre las grandes corrientes de opinión
que pugnan entre sí en la sociedad civil. Porque hay que admitir que es
más difícil que nunca el que una opinión pública consiga
imponerse". [5] Evidentemente, Hennis constata ese estado de cosas
sólo para urgir a la creación de organizaciones especiales encargadas de
procurar audiencia y obediencia "al punto de vista representada por
los ciudadanos relativamente mejor informados, más inteligentes y de
mayor rectitud moral". [6] El momento de la publicidad, que es
garantía de racionalidad, tiene que ser salvado al precio del momento de
la universalidad, que es garantía de accesibilidad universal. De ahí
que las cualificaciones que las personas privadas podían conseguir antes
como criterios de pertenencia a un público dentro de la esfera del
tráfico mercantil y del trabajo social, puedan llegar a autonomizarse
como cualidades jerárquicas de la "representación"; porque no puede
contarse ya con aquella base: una "representación" de este tipo no puede
ya, dadas las circunstancias, determinarse sociológicamente de un modo
satisfactorio. [7]
E1 otro camino lleva a un concepto de opinión pública que
prescinde por completo de criterios materiales tales como racionalidad y
"representación" y se limita a criterios institucionales. Así equipara
Fraenkel opinión pública y concepción dominante en el Parlamento y
obligatoria para el Gobierno: "Valiéndose del procedimiento de la
discusión parlamentaria, la opinión pública hace llegar al Gobierno sus
deseos y, a su vez, el Gobierno pone a la opinión pública en
conocimiento de su política". [8] -La opinión pública domina, pero
no gobierna-. Leibholz cree desacertada esa confrontación de Gobierno y
Parlamento (entendido éste como portavoz de la opinión pública); según
él, los sujetos políticamente activos serían los partidos en sus roles
respectivos de gobierno y oposición. La voluntad de los partidos
coincide con la de la ciudadanía activa, de modo que el partido en cada
caso mayoritario representa la opinión pública: "Así como en la
democracia plebiscitaria la voluntad de la mayoría de la ciudadanía
activa es identificada con la voluntad global del pueblo, así también en
un Estado democrático de partidos la voluntad del partido en cada caso
mayoritario en el Gobierno y en el Parlamento es identificado con la
volonté générale". [9] La opinión no pública sólo adquiere
credenciales de opinión "pública" en la elaboración que de ella hacen
los partidos.
Ambas versiones cuentan con el hecho de que, en el proceso de
formación de la opinión y la voluntad en las democracias de masas, la
opinión popular independiente de las organizaciones -que la movilizan y
la integran- apenas conserva una función políticamente relevante. Pero
ahí radica, de todos modos, el punto débil de esta teoría; en la medida
en que el público, como sujeto de la opinión pública, es substituido en
esta teoría por instancias sólo a través de las cuales es este público
aun capaz de acción política, ese concepto de opinión pública se hace
neutral. No puede apreciarse ya en esta "opinión pública" si procede de
la comunicación pública o de la mediatización; con lo que sigue abierta
la cuestión de si bajo ese rótulo hay que entender meramente la
intervención de una inclinación o tendencia masiva incapaz siquiera de
autoarticularse, o bien la degradación de una opinión muy capaz de
ilustración, pero ineluctablemente integrada en el eco plebiscitaria
La ficción de opinión pública, característica del Estado de
derecho, no puede ya seguir identificándose con el comportamiento real
del público; pero tampoco puede decirse que la atribución de la opinión
pública a determinadas instituciones políticas le quite ese carácter
ficticio -si se abstrae del plano del comportamiento del público-. Con
el pathos positivista, la investigación social empírica regresa a ese
plano para asir directamente la "opinión pública". Pero abstrayéndose, a
su vez, evidentemente, de los aspectos institucionales y procediendo a
la disolución sociopsicológica del concepto de opinión pública como tal.
Ya un problema para el liberalismo de mediados de siglo, la
"opinión pública" es conscientemente percibida en el último cuarto del
siglo XIX como una magnitud de todo punto problemática. En un tratado
sobre La esencia y el valor de la opinión pública del año 1879, se dice
en tono de resignación tardoliberal: "La novedad en los hechos y la
necesidad de cambios y variaciones han llegado en nuestros días a ser a
tal punto decisivos que la opinión popular prescinde tanto de una firme
recepción de la herencia histórica [...] como de aquella verdaderamente
vigorosa y eficaz elaboración intelectual de los grandes hombres que
creían en principios y eran capaces de sacrificarlo todo a ellos. Lo que
hace cien años era, según el parecer de los coetáneos, el único
principio obligatorio en la sociedad (la opinión pública), se ha
convertido con el curso del tiempo en una consigna gracias a la cual la
masa cómoda e intelectualmente desidiosa ha tenido el pretexto para
sustraerse al propio trabajo intelectual". [10] Ya un lustro antes
había Schäffle declarado a la opinión pública una "informe reacción de
la masa" y la había definido como "expresión de los puntos de vista,
juicios de valor o tendencias volitivas del público todo o de una
cualquiera de sus partes". [11] Y así se rompe el hechizo con el
que la teoría del Estado había cubierto siempre al concepto -la opinión
pública se convierte en objeto de la investigación sociopsicológica-.
Analizada como "opinión de masas" por vez primera por Tarde, [12]
es arrancada al contexto funcional de las instituciones políticas y
despojada de su carácter de "opinión pública"; pasa ahora por producto
de un proceso de comunicación en el seno de las masas que no está
vinculado a los principios de la discusión pública ni a la dominación
política.
Cuando teóricos del Estado, como Dicey en Inglaterra o Bryce en
Estados Unidos, [13] impresionados por el funcionamiento de un
popular government, siguen manteniendo un concepto -evidentemente ya
sociopsicológicaments reflejado- de opinión pública en ese contexto
funcional, se exponen a la objeción de insuficiencia en el tratamiento
del material empírico. Paradigmática es a este respecto la temprana
crítica de A. F. Bentley, que hecha de menos "a quantitative analysis of
public opinion in terms of the different elements of the population",
esto es, "an investigation of the exact things really wanted under cover
of the opinion by each group of the people, with time and place and
circumstances all taken up into the center of the statement". La tesis
de Bentley es que: "There is no public opinion... not activity
reflecting or representing the activity of a group or set of
groups". [14]
La public opinion acabó por convertirse en el rótulo que designaba
al análisis socio-psicológico de procesos de grupos, análisis que
definía su objeto del siguiente modo: "public opinion referes to peoples
attitudes on an issue when they are members of the the same social
group". [15] La definición revela claramente que una década de
desarrollos teoréticos y -sobre todo- empíricos había arrancado
positivísticamente al concepto histórico de opinión pública. Por lo
tanto, el público era como sujeto de la opinión pública, con mass, y
luego con group, como sujeto sociopsicológico de un proceso de
comunicación e interacción entre dos o más individuos. La noción de
"grupo" se abstrae de todo presupuesto social e histórico, también de
todo medio institucional y, a fortiori, del entramado de funciones
sociales que en otra época fueron determinantes de la específica
coincidencia de las personas privadas en un público políticamente
raciocinante. No menos abstractamente es captada la noción misma de
"opinión". Opinión es, por lo tanto, identificada con expression on a
controversial topic, [16] luego con expression of an
attitude [17] y, posteriormente, con attitude sin más. [18] A1
final, la opinión acaba por no necesitar siquiera de la capacidad de
verbalización; ella comprende no sólo cualesquiera hábitos o costumbres
que se manifiestan en determinadas concepciones, es decir, aquel tipo de
"opinión" por prejuicios religiosos y derivados de usos y costumbres a
los que se enfrentaba la opinión pública crítica del siglo XVIII, sino
también modos de conducta sin más. Tal opinión consigue tan sólo el
atributo de publicidad en conexión con procesos de grupos. El intento de
determinar la opinión como "collection of individual
opinions" [19] pronto es corregido por el análisis de las
relaciones de grupos: "we need concepts of what is both fundamental or
deep and also common to a group". [20] Pasa ahora por "pública" una
opinión de grupo cuando ha conseguido imponerse subjetivamente: el
miembro tiene una idea (a lo mejor equivocada) del peso de su opinión y
de su conducta, esto es, una idea acerca del número y de la identidad
del resto de los miembros del grupo que comparten o que rechazan sus
costumbres o sus puntos de vista. [21]
Entretanto, Lazarsfeld ha llamado enérgicamente la atención sobre
el hecho de que se ha comprado demasiado caro el concepto
sociopsicológico de opinión pública al precio de la eliminación de todos
los momentos sociológicos y politológicos esenciales; con algunos
ejemplos, confronta ese concepto con el concepto de la tradición de la
teoría del Estado [22] para acabar, evidentemente, dándose por
satisfecho con el mero postulado de una "classical-empirical
synthesis". [23] Un primer paso en esa dirección significa, con
todo, la ampliación del campo de investigación a la dinámica de grupos
y, de ahí, a las instituciones de la opinión pública, esto es, a la
relación entre medios de comunicación de masas y procesos de opinión. De
todas forma, estas investigaciones de la estructura de la comunicación
se atienen mucho más a las relaciones psicológicas que a los
condicionamientos institucionales, como lo muestra bien ilustrativamente
el interesante teorema del two-step-flow of communication [flujo
comunicativo en dos pasos]. [24] Un paso más importante en el
camino de la síntesis requerida entre el clásico concepto de la opinión
pública y su sucedáneo sociopsicológico se da sólo con la recuperación
de la hasta ahora preterida relación con las instancias de la dominación
política. "La opinión pública es el correlato de la dominación [...]
algo que sólo existe políticamente en determinadas relaciones entre el
dominio y el pueblo". [25]
Sólo que el concepto fijado en las instituciones del ejercicio del
poder político roza tan tangencialmente la dimensión de los procesos de
comunicación informales como precariamente consigue adherirse, por otra
parte, el concepto de una opinión pública disuelta
sociopsicológicamente en las relaciones de grupo a aquella dimensión en
la que en otra época había desarrollado la categoría su significación
estratégica (y en la que aun hoy, precisamente como ficción del Estado
de derecho, su escindida existencia, no tomada ya en serio por los
sociólogos).25.a Una vez que se ha reconducido el sujeto de la opinión
pública -expresión aquí de una transformación estructural y no sólo de
su concepto- a una magnitud neutral respecto de la diferenciación entre
publicidad y esfera privada, es decir, una vez reconducido al grupo, y
cuando la opinión pública misma se ha disuelto en una relación neutral
de grupo (neutral respecto de la diferenciación entre comunicación
razonable y conformidad irracional), entonces puede también llegar a ser
articulada la relación de las opiniones de grupos con el poder público,
pero ya sólo en el marco de una ciencia auxiliar de la administración:
"Así pues", según la definición intentada por Schmidtchen, "habría que
calificar como opinión pública todos aquellos modos de conducta de
grupos cualesquiera de la población que resultan apropiados para
modificar o conservar las estructuras, las prácticas y los objetivos de
la dominación". [27] La intención de la publicidad políticamente
activa -Estado social- ignora tan completamente tal concepto, que ni se
puede probar con él, empíricamente manejado, la inexistencia de aquella
publicidad políticamente activa. Ese concepto cualifica a la opinión
pública como una posible resistencia de fricción a la práctica del
Gobierno y de la Administración, una resistencia que puede ser
diagnosticada por la investigación de la opinión y manipulada utilizando
los medios adecuados: esos medios "permiten al Gobierno y a sus órganos
actuar teniendo presente una realidad constituida por la reacción de
todos aquellos particularmente afectados por la política. Las
investigaciones y sondeos de opinión desempeñan la tarea de llevar a esa
realidad a gremios e instituciones, a los que toca la función de buscar
la coincidencia entre la conducta de la población y las fijaciones
políticas de fines u objetivos"; [28] pero el autor no se ve
obligado a proporcionar la prueba de su afirmación. [29] Ya de
entrada, la opinión pública es definida en relación a la manipulación
con cuya ayuda los dominadores políticos han de intentar "poner al
unísono las disposiciones de la población con la doctrina política y con
la estructura política, con el estilo y con los resultados del
ininterrumpido proceso de toma de decisiones". [30] La opinión
pública sigue siendo objeto de dominación también en los casos en los
que ésta se ve obligada a hacerle concesiones y a reorientarse; la
opinión pública no está ya vinculada ni a reglas de discusión pública o a
formas de verbalización, ni debe ocuparse de problemas políticos, ni
menos aun dirigirse a instancias políticas. [31] Su relación con la
dominación, con el poder, aumenta, por así decirlo, a espaldas suyas:
los deseos "privados" de automóviles y refrigeradores caen bajo la
categoría de "opinión pública", exactamente igual que el resto de modos
de conducta de grupos cualesquiera con tal de que sean relevantes para
el ejercicio de las funciones estatal-sociales de la dominación y la
administración. [32]
25. Un intento sociológico de clarificación
El material de los sondeos de opinión -opiniones cualesquiera de
grupos cualesquiera de la población- no se califica como opinión pública
por el mero hecho de que se le convierta en materia de reflexiones,
decisiones y disposiciones políticamente relevantes. La retrodependencia
de las opiniones de grupos definidas en los criterios de investigación,
ya respecto de procedimientos del Gobierno y de la Administración, ya
respecto de la formación de la voluntad, políticamente influenciada por
la notoriedad pública "representativa" o manipulativamente desarrollada,
no puede cerrar la brecha abierta entre la ficción de opinión pública
del Estado de derecho y la disolución sociopsicológica del concepto de
ésta. Un concepto de opinión pública con sentido histórico,
normativamente suficiente para las pretensiones del Estado social,
teoréticamente claro y empíricamente ponderable, sólo puede conseguirse
partiendo del cambio estructural de la publicidad misma y de la
dimensión de su desarrollo. La pugnaz oposición en que se hallan ambas
formas de notoriedad pública, oposición que macula a la publicidad
política de nuestros días, tiene que ser tomada seriamente como el
indicador del estado en que se halla el proceso de democratización de la
sociedad industrial constituida por el Estado social. [33] Las
opiniones no públicas actúan en -nutrido- plural, mientras que "la"
opinión pública es en realidad una ficción; sin embargo, hay que
atenerse al concepto de opinión pública en un sentido comparativo,
porque hay que entender la realidad constitucional del Estado social
como el proceso en cuyo decurso se realiza una publicidad políticamente
activa, esto es, en cuyo decurso el ejercicio del poder social y de la
dominación política se someten efectivamente al mandato democrático de
la publicidad. A partir de esa dimensión del desarrollo estatal-social,
pues, hay que desarrollar los criterios que permitan medir empíricamente
a las opiniones según el grado de su publicidad; en efecto: una tal
fijación empírica de la opinión pública en un sentido comparativo es hoy
el medio más seguro de obtener enunciados sólidos y contrastables
acerca del valor democrático de integración de una situación
constitucional efectiva.
En el modelo pueden contraponerse dos ámbitos de comunicación
políticamente relevantes: por un lado, el sistema de opiniones
informales, personales, no públicas; por el otro, el de las opiniones
formales, institucionalmente autorizadas. Las opiniones informales se
diferencian según el grado de su obligatoriedad: en el plano más bajo de
ese ámbito de comunicación son verbalizadas las evidencias culturales
no discutidas, los extremadamente tenaces resultados del proceso de
culturación normalmente sustraído a la reflexión de cada sujeto (por
ejemplo: la actitud frente a la pena de muerte, frente a la moral
sexual, etc.). En un segundo plano son verbalizadas las -poco
discutidas- experiencias básicas de la propia biografía, los poco
fluidos resultados del choque de la socialización, que está también al
margen de la reflexión (por ejemplo: la actitud ante la guerra y la paz,
ante determinados deseos de seguridad, etc.). En un tercer plano, las
evidencias, frecuentemente discutidas, de la cultura industrial, los
fluidos resultados de la irrigación publicística duradera (o también de
la labor propagandística) a la que están expuestos los consumidores,
sobre todo en su tiempo libre o de ocio. [34]
Las evidencias producidas por la cultura industrial tienen un carácter
más fugaz y artificial que las evidencias culturales, que podemos
considerar como una especie de suelo nutricio de la historia del tipo
ideal -apenas modificado en su estructura sociopsicológica- constituido
por la opinión espontánea, por el "prejuicio". Las opiniones surgidas
en el ambiente de la cultura industrial se forman en un contexto de
"intercambio de gustos e inclinaciones". De ordinario son la familia,
los grupos de amigos y compañeros de la misma generación, de conocidos
del barrio o del trabajo -con sus peculiares estructuras de la
orientación de la información y del prestigio de la opinión, que
aseguran las obligatoriedades de las opiniones de grupo- [35]
quienes constituyen el foco de este tipo de opiniones exteriormente
gobernadas. Cierto es que esos grupos elevan a un nivel lingüístico las
evidencias culturales al intercambiar opiniones, pero tales evidencias
culturales son de naturaleza distinta de la de las ideas apoyadas en
convencimientos las cuales, anticipando su propia falta de
consecuencias, circulan, por así decirlo, hasta nuevo aviso. También
éstas constituyen -al igual que las opinions- sistemas normativos que
exigen adecuación a ellos, pero al modo de un control social a través de
las "modas", cuyas cambiantes reglas sólo por una temporada exigen
predisposición a ser seguidas. Así como aquellas evidencias culturales,
mediadas por tradiciones profundamente arraigadas podrían calificarse
como subliterarias, así también de las evidencias producidas por la
cultura industrial puede decirse que han llegado a un estadio en cierto
modo posliterario. Los contenidos de opinión producidos por la cultura
industrial tematizan el amplio campo de relaciones que se dan entre los
hombres y dentro de la psique de cada hombre, esto es, el campo
explorado psicológicamente por vez primera en el siglo XVIII, e1 campo
que dio lugar a la subjetividad inserta en público y literariamente
capaz en el marco de una esfera burguesa íntima intacta. En aquella
época, los ámbitos de la vida privada estaban aun protegidos en lo que
hace a su expresa relación con la publicidad, porque el raciocinio
público estaba literariamente mediado. La cultura de integración ofrece,
en cambio, conservas de una literatura psicológica en decadencia como
prestaciones públicas destinadas al consumo privado -y destinadas a ser
comentadas como consumo en el intercambio de opiniones de los grupos-.
Esos grupos son tan poco "público" como aquellas formaciones de la
sociedad preburguesa en las que se constituían las viejas opinions
aseguradas por la tradición, circulando luego de un modo no polémico con
el efecto de una law of opinion. No es por casualidad que la
investigación de los grupos y las investigaciones de los sondeos de
opinión se hayan desarrollado simultáneamente: el tipo de opinión que
surge de las relaciones entre los grupos, recibida sin formulación,
flexible y dúctil en lo que a interpretaciones hace, apenas
interiorizada y no demasiado comprometedora; en una palabra: esta "mera"
opinión, que es parte de un small talks [conversaciones, charlas sin
mayor trascendencia], es valiosa ya de por sí para los fines de la
investigación. Los procesos de comunicación de los grupos están bajo la
influencia de los medios de comunicación de masas, o bien directamente o
bien, las más de las veces, a través de la mediación de los opinion
leaders. Entre estos se cuentan muy a menudo aquellas personas que
disponen de opiniones meditadas, formadas en la polémica literaria y
raciocinante. En la medida, empero, en que esas opiniones se mantienen
fuera del contexto de la comunicación de un público intacto, forman
parte del conjunto de opiniones no públicas, aun cuando se diferencian y
contrastan respecto de las tres restantes categorías.
El ámbito de comunicación de las opiniones no públicas se contrapone a
la esfera de circulación de una opinión quasi pública. Esas opiniones
formales pueden reconducirse a instituciones tangibles; están oficial u
oficiosamente autorizadas en calidad de comunicados, notificaciones,
declaraciones, discursos, etc. De ahí que se trate primordialmente de
opiniones que circulan en un plano que escapa a la masa de la población,
entre círculos relativamente reducidos de la gran prensa política, de
la publicística raciocinante, en general, y de los órganos consultivos,
influyentes y decisorios con competencias políticas o políticamente
relevantes (gobierno, comisiones gubernamentales, entidades
administrativas, comités parlamentarios, direcciones de partidos,
agrupaciones y comités de asociaciones y organizaciones sociales,
administraciones de consorcios, secretariados de sindicatos, etc.). Aun
cuando esas opiniones casi públicas están destinadas a un amplio público
no cumplen los requisitos de un raciocinio público según el, modelo
liberal. Como opiniones institucionalmente autorizadas, están
continuamente gozando de privilegios y no consiguen una correspondencia
recíproca con la masa no organizada del "público".
Como es natural, existe entre ambos ámbitos una conexión constante a
través de los medios de comunicación de masas, y ciertamente a través de
una notoriedad pública "representativa" o manipulativamente
desarrollada, con cuya ayuda se procuran los grupos participantes en el
ejercicio del poder y en la compensación del poder una predisposición a
la aquiescencia y al seguidismo plebiscitarios del público mediatizado.
También contamos a ese vehículo -que posibilita la adquisición de una
influencia publicística planificada- entre las opiniones formales, pero,
como "públicamente-manifestadas" que son, hay que distinguirlas de las
"quasi-públicas".
Además de ese contacto masivo entre los ámbitos formales e informales
de comunicación, existe también la raramente establecida relación entre
la publicística raciocinante y aquellas personas individualizadas que
intentan todavía formarse literariamente su opinión -una opinión capaz
de publicidad, pero realmente no pública-. La conexión comunicativa de
un público raciocinante constituido por personas privadas ha sido
cortada; la opinión pública que otrora surgía de esa conexión ha sido en
parte descompuesta en opiniones informales de personas privadas sin
público, y en parte en opiniones formales de las instituciones
publicísticamente activas. El público no está ya solicitado a través de
la comunicación pública, sino que a través de la comunicación de las
opiniones públicamente manifestadas, el público de las personas privadas
no organizadas es reclamado por la notoriedad pública "representativa" o
manipulativamente desarrollada.
En cambio, una opinión pública en el sentido estricto de la palabra
sólo puede producirse en la medida en que los dos ámbitos comunicativos
sean mediados por el ámbito de la notoriedad pública crítica. Una tal
mediación sólo es hoy posible, evidentemente, en una magnitud
sociológicamente relevante, por la vía de la participación de las
personas privadas en un proceso de comunicación formal conducido a
través de la publicidad interna a las organizaciones. Una minoría de las
personas privadas pertenece, efectivamente, ya a los partidos políticos
y a las asociaciones públicas en calidad de miembros. En la medida en
que esas organizaciones se doten de publicidad interna no sólo al nivel
de los funcionarios y managers, sino a todos los niveles, existirá la
posibilidad de que se establezca una correspondencia recíproca entre las
opiniones políticas de las personas privadas y aquella opinión casi
pública. Esa situación puede significar una tendencia insignificante
cuando se la contempla globalmente; requiere averiguación empírica saber
qué alcance y qué eficacia real tiene esa tendencia; saber si se trata
de una tendencia progresiva o quizá de una tendencia regresiva. Mas,
para una teoría sociológica de la opinión pública, es de una importancia
decisiva, porque proporciona los criterios para juzgar de una dimensión
que es la única en la que la opinión pública puede formarse en las
condiciones de una democracia de masas constituida por el Estado social.
Así como las opiniones informales se cuelan en el círculo de las
opiniones casi públicas, son aprovechadas por éste y transformadas, así
también consigue ese círculo mismo publicidad al ampliarse con el
público constituido por los ciudadanos. En la medida en que de ningún
modo "se da" la opinión pública como tal -aunque puedan aislarse
tendencias que actúan en favor de la formación de una opinión pública-,
ésta sólo puede definirse comparativamente. El grado de publicidad de
una opinión se mide según la medida en que provenga de la publicidad
interna a un público compuesto por miembros de organizaciones; y también
por la magnitud que alcance la comunicación entre una publicidad
interna a las organizaciones y una publicidad externa, formada en el
tráfico publicístico, vehiculado por los medios de comunicación de
masas, entre las organizaciones sociales y las instituciones estatales.
C. W. Mills, a partir de la contraposición entre "público" y "masa",
construye unos criterios empíricamente utilizables para una definición
de opinión pública: "In a public, as we may understand the term, (1)
virtually as many people express opinions as receive them. (2) Public
communication are so organized that there is a chance immediately and
effectively to answer back any opinion expressed in public. Opinion
formed by such discussion (3) readily finds an outlet in effective
action, even against -if necessary- the prevailing system of authority.
And (4) authoritative institutions do not penetrate the public, which is
thus more or less autonomous in its operation". [36] En cambio,
las opiniones pierden en publicidad al estar atrapadas en el contexto
comunicativo de una "masa": [37] "In a mass, 1. far fewer people
express opinions than receive them; for the community of publics becomes
an abstract collection of individuals who receive impressions from the
mass media. 2. The communications that prevail are so organized that it
is difficult or impossible for the individual to answer back immediately
or with any effect. 3. The realization of opinion in action is
controlled by authorities who organize and controll the channels of such
action. 4. The mass has no autonomy from institutions; on the contrary,
agents of authorized institutions penetrate this mass, reducing any
autonomy it may have in the formation of opinion by
discussions". [38] Estas abstractas determinaciones de un proceso
de opinión que transcurre en las condiciones típicas de una publicidad
disgregada pueden fácilmente incorporarse al marco de nuestro modelo
histórico-evolutivo: [39] los cuatro criterios de comunicación
masiva se cumplen en la medida en que el ámbito comunicativo informal
está conectado con el ámbito comunicativo formal meramente a través de
los canales de la notoriedad pública manipulativa o
"representativamente" desarrollada; mediante las "evidencias producidas
por la cultura industrial", las opiniones no públicas son integradas, a
través de las opiniones "públicamente-manifestadas", en un sistema real
sin conservar respecto de éste ningún tipo de autonomía in the formation
of opinion by discussion. Frente a ello, sólo es posible construir el
contexto comunicativo de un público, en las condiciones de una
democracia de masas constituida por el Estado social, mediando el corto
ciclo descrito por la opinión "quasi-pública" en el ámbito comunicativo
informal con una notoriedad pública crítica avivada por las publicidades
internas a las organizaciones.
Análogamente se modificarían también las formas hoy determinantes del
ejercicio y la compensación del poder, es decir, el consenso y el
conflicto: un método de controversia pública llevado del modo descrito
podría relajar las formas coercitivas de un consenso obtenido bajo
presión, e igualmente podría suavizar las formas coercitivas del
conflicto, sustraído, hasta el presente, a la publicidad. Conflicto y
consenso, igual que la dominación misma y el poder -de cuyo grado de
estabilidad son indicadores analíticos-, no son categorías abstraídas de
la evolución histórica de la sociedad. En la transformación estructural
de la publicidad burguesa puede estudiarse hasta qué punto depende del
grado y del tipo de capacidad funcional de ésta el que el ejercicio de
la dominación y del poder se enquiste, por así decirlo, como una
constante negativa de la historia, o bien, siendo ella misma como es una
categoría histórica, el que se preste a un cambio sustancial.
Notas
[1] Landshut, "Volkssouveranität und öffentliche Meinung", en
Festschrift für Laun, Hamburgo, 1953, p. 583; también H. Huber
"Öffentliche Meinung und Demokratie", en Festgabe für Kart Wever,
Zurich, 1950, pp. 34 y ss.; K. Lohmann, "Parlamentarismus und
Publizistik", en Tymbos für Ahlmann, Berlín, pp. 198 y ss.
[2] Landshut, op. cit., p. 586.
[3] Como es natural, no puede considerarse a la "opinión pública"
como tal como una norma como un concepto jurídico; pero el sistema de
normas depende implícitamente de ella, pues se trata de una magnitud
social que funciona según expectativas engendradas por determinadas
garantías de los derechos fundamentales y por especiales prescripciones
de la notoriedad pública.
[4] Así, A. Sauvy "Vom Einfluss der Meinung auf die Macht", en
Diogenes n° 14-15, 1957, p. 253: "Parece como si la constricción menos
incómoda a la verdad fuera la conminación a la claridad, esto es, el
control (sobre la marcha) de una opinión pública plenamente ilustrada".
La idea de la racionalización de la dominación política está sólidamente
asentada; el sistema previsto de plena notoriedad pública "progresa
como separación clásica de los poderes, puesto que reparte al poder
mismo, lo disgrega". Ese concepto racionalista sigue siendo, no
obstante, ingenuo en relación a los presupuestos materiales de un
público raciocinante.
[5] W. Hennis, "Meinungsforschung un repräsentative Demokratie", en Recht und Staat n° 200-201, Tubinga, 1957, pp. 56 y s.
[6] Ibídem, p. 25.
[7] F. G. Wilson, "Public Opinion and the Middle Class", en The Review of Politics, vol. XVII, 1955, p. 182.
[8] (No aclarado).
[9] Leibholz, op. cit., p.94.
[10] F. von Holtzendorff, Wesen und Wert der öffentlichen Meinung,
Munich, 1879, pp. 91 y s.; véase E. Hölzen, Wandel und Begriff der
öffentlichen Meinung im 19. Jahrhundert, disertación, Hamburgo, 1958.
[11] A. Schäffle, Bau und Leben des sozialen Körpers, vol. V, Tubinga, 1896, p. 191.
[12] G. Tarde, L'Opinion et la Foute, París. 1901.
[13] A. V. Dicey, Law and Public Opinion in England, Londres, 1905;
J. Bryce, The American Commorrwealth, 2 vols., 1889. Siguiendo la
tradición de Bryce, véase la célebre investigación de A. L. Lowell,
Public Opinion and Popular Government, Nueva York, 1913. También él
afirma: "Public Opinion to be worthy of the name, to be the proper
motive force in a democracy, must be really public; and popular
government is based upon the assumption of a public opinion of that
kind" [La opinión pública, para ser digna del nombre, para ser la
auténtica fuerza motriz de una democracia, ha de ser realmente pública; y
el gobierno popular se basa en la asunción de una opinión pública de
este tipo]. Ibídem, p. 5.
[14] Citado por P. A. Palmer, "The Concept of Public Opinion in
Political Theory", en: Berelson y Janowitz, op. cit., p. 11 [traducción
literal: "Un análisis cuantitativo de la opinión en términos de los
diferentes elementos de la población", esto es, "una investigación de
las verdaderas cosas realmente deseadas al amparo de la opinión por cada
grupo de la población, con el tiempo, el lugar y todas y cada una de
las circunstancias centralmente consideradas en el informe". La tesis
de Bentley es que "no existe opinión pública [...] ni actividad que
refleje o represente la actividad de un grupo o conjunto de grupos"].
[15] L. W. Doob, Public Opinion and Propaganda, Nueva York, 1948, p.
35; análogamente, N. J. Powell, Anatomy of Public Opinion, Nueva York,
1951, pp. 1 y ss. (traducción literal: "La opinión pública alude a las
actitudes de los ciudadanos acerca de un tema cuando son miembros del
mismo grupo social").
[16] W. Albig, Public Opinion, Nueva York, 1938, p. 3.
[17] M. B. Ogle, Pubtic Opinion and Political Dynamics, Boston, 1950, p. 48.
[18] Doob, op. cit., p. 35: "In this sense it might appear as though
public opinion exists whenever people have attitudes" [En este sentido,
podría parecer como si la opinión pública existiera siempre que la
gente tiene actitudes].
[19] H. L. Child, citado por Powell, op. cit., p. 4.
[20] Hyman, "Towards a theory of Public Opinión", en Public Opinion
Quarterly, año XXI, n° 1, primavera de 1957, p. 58 (traducción literal:
"Necesitamos conceptos de lo que es fundamental o profundo y también
común a un grupo").
[21] P. R. Hoffstätter, Psychologie der öffentlichen Meinung, Viena, 1949, pp. 53 y ss.
[22] Véase al respecto D. W. Minor, "Public Opinion in the
Perspective of Political Theory", en Western Political Quarterly, vol.
XIII, 1960, pp. 31 a 44.
[23] P. F. Lazarsfeld, "Public Opinion and Classical Tradition", en Public Opinion Quarterly, cit., pp. 39 y ss.
[24] Véase el ensayo del mismo nombre de E. Katz en Public Opinion
Quarterly, cit., pp. 61 y ss. (se trata de un trabajo de síntesis);
véase también Katz/Lazarsfeld, Personal Influence, Glencoe, 1955.
[25] Schmidtchen, op. cit., p. 255.
25.a Véase H. Schelsky, "Gedanken zur Rolle der Publizistik in der
modernen Gesellschaft", en Auf der Suche nach Wirklichkeit, Düsseldorf,
1965, pp. 310 y ss.
[26] Ibídem, p. 257.
[27] Ibídem, p. 149.
[28] Ibídem, pp. 149 y ss.
[29] Ibídem, p. 265.
[30] En ese sentido: E. Noelle, "Die Träger der öffentlichen
Meinung", en Loeffler (ed.), Die öffentlichen Meinung, cit., pp. 25 y
ss.; véase particularmente el ejemplo de la p. 29.
[31] Véase la crítica en F. Zweig, "A note on Public Opinion Research", en Kyklos, vol. X, 1957, pp. 147 y ss.
[32] Véase más arriba, p. 239.
[33] Una distinción diferente entre "cualidades de opinión" puede
encontrarse en K. Riezler, "What is Public Opinión", en Social Research,
vol. XI, 1944.
[34] W. Mangold, Gegenstand und Methode des Gruppendiskussionsverfahrens, Frankfurt, 1960.
[35] Ch. W. Mills, The Power Elite, Nueva York, 1956, pp. 303 y s.
(traducción literal: "En un público, tal como podemos entender el
término: (1) el número de personas que expresa opiniones es
virtualmente igual al número que las recibe. (2) Las comunicaciones
públicas están organizadas de manera que exista una posibilidad eficaz e
inmediata de replicar cualquier opinión expresada en público. La
opinión formada por una tal discusión, (3) se traduce en seguida en una
actuación eficaz, aun contra -si fuera necesario- el sistema de
autoridad imperante. Y (4) las instituciones autorizadas no penetran en
el público, que goza por ello, en mayor o menor grado, de autonomía en
sus actuaciones").
[36] Sobre la sociología política de la "masa", véase la
investigación de W. Kornhauser, The Politics of Mass-Society, Glencoe,
1959.
[37] Mills, op. cit., p. 304; del mismo autor, Kritik. der
soziologischen Denkweise, Neuwied, 1963, pp. 93 y ss. (traducción
literal: "En una masa: 1. El número de personas que expresan opiniones
es mucho menor que el que las reciben; la comunidad de públicos se
convierte en un conjunto abstracto de individuos que reciben impresiones
de los medios de comunicación de masas. 2. La comunicación imperante
está organizada de tal modo que es difícil o imposible para el individuo
replicar inmediatamente o con alguna eficacia. 3. La transformación de
la opinión en actuación está controlada por las autoridades que
organizan y controlan los canales de esa actuación. 4. La masa no goza
de autonomía frente a las instituciones; antes al contrario, agentes de
las instituciones autorizadas penetran en esa masa, eliminando cualquier
autonomía que pudiera existir en la formación de opinión mediante la
discusión").
[38] Véase H. Blumer, "The Mass, the Public and Public Opinion", en Berelson/Janowitz, op. cit., pp. 34 y ss.
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